La historia de Kika, Asunción y Anicura Abros Hospital Veterinario.
Hola, soy Kika

y quiero compartir con todos vosotros mi historia, una historia que sucedió en la vorágine que en estos tiempos parecía ser nuestra única compañía.
Llegó un día en el que pensé que los humanos se estaban volviendo locos, se comportaban de una forma muy extraña. Yo soy una perrita normal con una vida feliz. Vivo con mi dueña y nos tenemos la una a la otra.
Un día dejó de salir de casa, alguien vino a buscarla y me quedé sola. Al principio me puse muy contenta. ¡Toda la casa para mi sola! Primero una buena siesta en el sofá, después, ya vería…
Llegó la noche y mi dueña no venía, que raro ella no me dijo que iba a tardar en volver. Me preocupé un poco, la verdad. Al día siguiente unos chicos que me estaban sacando a pasear los últimos días vinieron de nuevo, pero tantas horas sola en casa ya no me hacían gracia. Entonces empecé a llamarla, lo hacia alto y varias veces al día haber si así podía oírme (como cuesta que te entiendan los humanos)….era inútil, nadie me contestaba.
Hasta que alguien vino a buscarme, “¿A dónde me llevan? Me subieron a un coche y, de pronto me vi en un lugar que me era familiar, estaba en Abros. Todo era muy raro, me tomó en brazos una chica, parecía que iba disfrazada, algo cubría su rostro y su cuerpo también estaba tapado por una gran tela verde, no lograba reconocerla, yo tenía miedo, no sabía qué iba a pasar, y empecé a sentir el agua calentita, el champú, sus caricias, no voy a negarlo, era agradable, pero estaba muy asustada. Intenté tranquilizarme y todo fue mejor… Me tomó de nuevo en sus brazos, su voz era muy dulce, me susurraba todo el tiempo “tranquila mi niña, estarás bien».
Bajamos unas escaleras y se abrió una puerta, vi a otro compañero, era algo ruidoso, pero me estaba dando la bienvenida, me decía que todo saldría bien, me sentí muy aliviada, al menos tendría compañía. La chica me puso una cuna con mantitas “¿Vaya, todo eso es para mi?”. Si, era para mi; había agua, comida, juguetes y gente maja a pesar de ir disfrazados.
Venían a verme muy a menudo, ellas me explicaron que mi dueña estaba malita, que por un tiempo tendría que estar allí hasta que ella se recuperara. Una de las chicas me dijo que posara, que me íbamos a sacar una foto para enviarle a mi dueña. ¡Aiss… estos humanos. ¡¡Son raros, pero tienen unas tecnologías increíbles! No se como lo consiguió, pero de repente de un teléfono salió la voz de mi querida dueña. ¡Estaba bien!.
Después de aquella foto hacíamos vídeos, mas fotos yo ponía mis mejores caras las que sabía que le gustaban a mi dueña. Ya estaba contenta y tranquila y pensé que iba siendo hora de poner a raya a todos los topos del patio del hotel, era lo mínimo que podía hacer por estos humanos que tan bien se estaban portando conmigo, me costó, pero conseguí echarlos a todos.
Ya habían pasado más de dos meses y , sin esperarlo, se abrió la puerta como tantas otras veces, no se porqué pero algo parecía diferente, subí aquellas escaleras que tanto miedo me dieron el primer día y, ahí estaba, mi gran amiga, mi compañera, mi protectora.

¡¡Por fin!!, me abrazó muy fuerte “Kikiña, nos vamos a casa”
Cuando salía del hospital, miré atrás y vi a esas chicas con una inmensa sonrisa. “Gracias, gracias por ser valientes, por vuestro amor, por vuestras locuras, siempre, siempre recordaré el calor reconfortante de vuestras caricias. Gracias una y mil veces.


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