Una de las patologías oculares más frecuentes de nuestras mascotas son las cataratas. La catarata se define como una opacidad, parcial o total, de los elementos que constituyen el cristalino. El cristalino es una lente convergente que se sitúa detrás del iris y delante del cuerpo vítreo y por lo tanto un instrumento clave para conseguir una visión adecuada. Esta lente está formada por una cubierta, las cápsulas o cristaloides anterior y posterior, que encierran al córtex y al núcleo. Estas estructuras son normalmente transparentes y cuando una de ellas o todas se opacifican, hablamos de catarata.
Existen diferentes formas de clasificar las cataratas, según su estado evolutivo (incipiente, inmadura, madura, etc), según su posición en el cristalino, según el momento de desarrollo en que aparecen (congénita, juvenil, senil, etc), según su apariencia, según la etiología (postraumática, diabética, etc), según su consistencia (dura, blanda, etc)
Cualquier alteración en la nutrición del cristalino, en su metabolismo (energético y/o proteico) o en su balance osmótico, puede favorecer el desarrollo de una catarata. Estos cambios metabólicos provocan la acidificación del medio y un descenso en el aporte de oxígeno. En un primer momento se produce una intumescencia (captación de agua) y después una deshidratación.
De acuerdo con esto, existen muchas causas que pueden producir cataratas:
- Cataratas traumáticas
- Contusiones
- Arañazos
- Perdigones
- Cuerpos extraños que penetran la córnea
- Cataratas metabólicas
- Catarata diabética. Debida a las altas concentraciones de sorbitol en el humor acuoso. Este alcohol es resultante del metabolismo de la glucosa y provoca un gradiente osmótico que favorece el paso de agua al interior del cristalino.
- Catarata hipocalcémica.
- Catarata por deficiencia de arginina
- Cataratas tóxicas
- Radiaciones
- Descargas eléctricas
- Dinitrofenoles
- Cataratas hereditarias
- Catarata congénita. Los animales nacen con ellas aunque puede que no se detecten hasta pasados unos meses. Suelen presentar una coloración densa muy blanquecina, como huevo cocido y pueden acompañarse de otras anomalías oculares (membranas pupilares persistentes, microfaquia, microftalmia, persistencia hiperplásica del vítreo primario, etc). Las cataratas congénitas no siempre son hereditarias.
- Catarata juvenil. Aparecen entre el primer y octavo año de vida. Suelen comenzar en el polo posterior y/o en la corteza y por lo general son progresivas.
Tanto la catarata congénita como la juvenil suelen presentarse de forma bilateral, siendo las razas más predispuestas: el Cocker Spaniel Inglés, el Old Englis Sheepdog, el Golden Retriever, el Labrador Retriever, el Pastor Alemán y el Schnauzer Miniatura, entre otras.
- Otras causas de cataratas
- Uveítis (inflamación intraocular)
- Glaucoma
- Degeneración progresiva de los fotorreceptores retinianos
Al principio de su evolución, la visión está más o menos afectada. Si la opacidad se ubica en el centro, el animal pierde visión de día, puesto que por su reflejo pupilar (cierre de la pupila al exponerse a la luz), los rayos de luz no pasan hacia la retina. Si por el contrario las opacidades son periféricas, el animal presenta menos problemas en momentos de fuerte exposición a la luz, pero su visión panorámica puede verse afectada.
Cuando la totalidad del cristalino está opacificada, no hay visión. Los ojos tienen entonces una coloración blanca en el centro, más evidente en momentos de poca iluminación. Este aspecto del ojo se llama leucocoria (pupila blanca).
Para un correcto diagnóstico de un paciente con cataratas debemos hacer un examen muy minucioso basándonos en signos clínicos (pupila blanca, déficit visual), en un examen con biomicroscopio y lámpara de hendidura, oftalmoscopia directa e indirecta, ecografia ocular y en algunos casos, hasta pruebas laboratoriales, de gran utilidad en cataratas diabéticas o secundarias a uveítis (hemograma, bioquímicas, serología, urianálisis, etc)
No debe confundirse la catarata con la esclerosis nuclear del cristalino. Esta última es fisiológica, y se observa en perros de nueve-diez años en adelante. Se debe al envejecimiento normal de las fibras del núcleo que toman un aspecto azulado. En este caso, la visión no está afectada. En el caso de una catarata hablamos de una “opacidad” del cristalino (que no deja pasar la luz), mientras que en una esclerosis lo que tenemos es una “opalescencia” (que si deja pasar la luz y por lo tanto permite la visión)
No existe un tratamiento médico eficaz. La cirugía es la única solución, siempre que esté indicada, con buenos resultados en un estudio retiniano previo, mediante ecografía ocular y electrorretinografía. También es recomendable estudiar el ángulo iridocorneal del paciente a operar para evitar sorpresas postquirúrgicas.
Los pacientes que presentan cataratas asociadas con uveítis, queratoconjuntivitis seca y glaucoma no son buenos candidatos para la cirugía. Además el paciente y el dueño tendrán que reunir otros requisitos: buen manejo del animal, pauta reglada de medicación, no agresividad, etc.
Se utilizan varias técnicas, entre ellas la extracción intracapsular manual y la extracapsular manual, sin embargo, la técnica más usada actualmente es la extracción extracapsular mecanizada o facoemulsificación que se hace mediante una sonda que emite ultrasonidos que fragmenta el núcleo del cristalino. Tras vaciar el contenido del cristalino puede implantarse dentro del saco capsular una lente intraocular o cristalino artificial, que mantiene la estructura del ojo y mejora la visión del animal.
Aun así, no es una técnica exenta de complicaciones postquirúrgicas, entre ellas, edema corneal, inflamación intraocular (uveítis), glaucoma, desprendimiento de retina, opacidad de la cápsula posterior, etc.
Si bien, los resultados de estas operaciones son satisfactorios si se toman todas las precauciones quirúrgicas (buena elección del caso a operar, ERG correcto, buen tratamiento preparatorio,…) y si el tratamiento post-quirúrgico antiinflamatorio es correcto. De esta manera, el animal puede recuperar su visión y mejorar su calidad de vida.
Lorena Pérez Fernández
Veterinaria Hospital veterinario Abros
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