Mi nombre es Pelusa y soy una gatita persa de 5 años. Vivo en un piso acompañada de mi familia, en donde no me falta de nada. Un buen día, mis dueños comenzaron a recoger todas mis cosas. Me puse un poco nerviosa, sobre todo porque también sacaron mi transportín, lo que significaba que íbamos a ir a algún sitio. Quise meterme enseguida dentro, ¡no se fueran a olvidar de mi!
Emprendimos el viaje, yo seguía sin saber a dónde nos dirigíamos y cuando me di cuenta, estábamos en Abros. Conocía el sitio ya que dos veces al año mis dueños me llevan a que me realicen unos chequeos para asegurarnos que mi salud está bien. Pero las cosas no me cuadraban ¿para que querían todas mis cosas?
Escuché a mis dueños que hablaban con Covi, le explicaron que tenían que irse unos días, les preocupaba como me sentiría yo, ya que no tenían con quien dejarme. Nunca antes había dormido en un sitio que no fuera mi casa y eso también me inquietaba a mí.
Ella los tranquilizó y explicó con paciencia los cuidados que me iban a dar.
Nos acompañó a la habitación donde me iba a quedar. Allí colocaron mis cosas, mi rascador, una camita, mi arenero, mis comederos y mis juguetes. Me dejaron tranquila dentro de mi trasportín con la puerta abierta, me imagino que para que saliera cuando me sintiera mejor.
Si os digo la verdad la primera noche estuve un poco asustada y decidí no salir. Por la mañana temprano recibí la visita de una chica, no puedo decir quién era porque me negué a mirarla. Pasado un rato, mis ganas de ir al arenero aumentaban y decidí que era el momento de salir y ¿cuál fue mi sorpresa? Vi que lo que me rodeaba era estupendo, además ¡olía todo como en casa!, y también aquí tenía todo lo que necesitaba, ¡incluso habían puesto una fuente con agua corriente como a mí me gusta!
Decidí explorarlo todo y descubrí un montón de sitios para subirme, esconderme y jugar, y por si todo esto fuera poco tenía un ventanal enorme por donde entraba luz exterior que daba a un jardincillo donde durante todo el día reinaba la paz.
De repente la puerta de mi habitación se abrió y fui corriendo a refugiarme de nuevo en mi trasportín, era Covi la que venía y me traía para comer unos sobrecitos de comida húmeda que me dan siempre en casa y ¡me encantan! ¡Los reconocí por el olor! Salí poco a poco, porque he de reconocer que es algo a lo que no puedo resistirme. Covi se sentó cerca de mí y espero a que terminara de comer, entonces comenzó a querer jugar conmigo con una varita que tenía una plumas en un extremo, que parecía divertida. ¡Echamos un buen rato entretenidas!
Los días posteriores fueron estupendos. Transcurrieron tranquilos, Covi venía a visitarme varias veces al día, me cepillaba, me limpiaba el arenero, se aseguraba que tuviese siempre agua fresca, los comederos con comida, jugábamos….y estaba siempre pendiente, por si me sentía mal avisar al veterinario. Cuando ella no estaba pasaba el tiempo durmiendo, jugando sola y mirando por la ventana entretenida.
Cuando vinieron a buscarme mis dueños me puse super contenta, no sabía cómo explicarles que lo había pasado muy bien y todas las cosas que había hecho. No me preguntéis como, pero creo que me entendieron porque solo había que mirar la cara de felicidad que tenían al verme tan contenta.
Si quieres saber mas sobre Abroslar:
Texto: Covadonga Suárez Tesouro
Fotos: Natalia De Evan Freijedo y Alba González González
Agradecemos a nuestros peludos amigos y a sus propietarios el permitirnos publicar sus fotos.
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